6 de noviembre de 2009

Crónicas de un ATV: Emociones

Wei,

Estos dos últimos días han estado llenos de emociones nuevas (nuevas en el ámbito de la clínica, claro):

Nervios: Poner la primera inyección de antibióticos o meter el primer termómetro por el recto, ¡menos mal que salió bien!
Asco: Una boca de un perro de 18 años con una infección, provocada por un tumor, no huele NADA bien, pero se soporta como un campeón.
Impacto: Es bastante impactante asistir a la operación de una pequeña y preciosa gata a la que, tras haberse caído de un 4º piso, se le han roto la tibia y el peroné, además era una fractura abierta en la que "asomaba" el hueso. Para repararlo fue necesario introducir lo que allí se llama un clavo, que es un fino tubo de metal, por dentro del hueso para unir la articulación y todo esto con la ayuda de la típica Black & Decker. Ruido, sangre, trozos de hueso... Ya me entendéis.
Desolación: Así nos quedamos cuando Pablo, que tenía programada una intervención a un gato para extilparle unos tumores de una patita, tras rapar su extenso pelaje de angora, se da cuenta de que es absolutamente inoperable.
Alegría/tristeza: Es curiosa una tarde en la clínica. De repente viene una pareja que felizmente trae a su rottwailer para hacer una ecografía, y allí estábamos todos mirando la pantalla del ecógrafo, buscando las células embrionarias dentro de todo ese mar de confusión, y de pronto aparecen. No supimos cuantas, pero allí estaban los pequeños cachorros de 20 días de vida aún dentro del vientre de su mamá, y ni se imaginan que los estábamos mirando. Y estás allí, tan contento por haber estado tan cerca del milagro de la vida cuando (también de repente) entro a otra consulta dónde el veterinario aconseja a la dueña de un viejo Cocker, que padecía un cáncer que no le dejaba vivir, que lo sacrifique. Y estar allí, viendo a la mujer (de unos 50 años) llorando y abrazando a su amado perro al mismo tiempo que Pablo le estaba clavando su última inyección, ha sido duro. Reconozco que me costó aguantar el tipo, pero lo hice.

La vida y la muerte, las dos caras de la moneda. Una no podría existir sin la otra y sí, claro que es triste, pero hay algo que me ayuda a no "derrumbarme" y es que detrás de la pena, detrás del inmenso dolor que supone perder a una mascota, detrás de todo esto hay años, y años de mucho amor, de mucha felicidad. Es bonito pensar que ese animal ha disfrutado de una vida plena, con alguien que le quería TANTO como para ofrecerle la oportunidad de dejar de sufrir.

Abrazos fieros para todos.

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